TELEPÓLIS

13/08/2012 13:50

 

 

El sistema tecnológico que ha posibilitado la emergencia y el desarrollo de las actuales sociedades de la información genera un nuevo espacio social, el tercer entorno, que permite una nueva modalidad de acción humana.

Desde una perspectiva arquitectónica y urbanística, una metrópolis está compuesta por un conjunto de edificios, plazas, calles, viviendas, tiendas, oficinas, monumentos y medios de transporte que permiten a los ciudadanos desplazarse a diario por el espacio urbano, donde conviven miles o millones de personas. Hay hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos, lugareños y forasteros, que desarrollan diversas actividades en ámbitos públicos, privados e íntimos. Al igual que las aldeas y los pueblos, una ciudad es un espacio en el que coexisten diversos tipos de personas a lo largo del tiempo y desarrollan sus respectivas actividades. Además de su componente urbanística, las ciudades también pueden ser consideradas como un ámbito que da cabida de forma duradera a una gran diversidad de actividades humanas y relaciones sociales.

            Esta segunda perspectiva es la que permite concebir Telépolis, la ciudad electrónica global donde se desarrolla hoy en día una nueva modalidad de sociedad, la sociedad de la información. Nadie reside físicamente en ella, pero sí mentalmente. Por sus "calles" y "plazas" no circulan personas de carne y hueso, ni coches, sino representaciones digitalizadas de todo tipo de objetos y cosas: imágenes de personas, animales, objetos y lugares, voces y sonidos pronunciados en cualquier lengua, melodías, datos, logotipos, mercancías y dinero, todo ello en formato electrónico. Para que esos flujos vertiginosos circulen por los viales de Telépolis, hoy en día de banda ancha, es preciso que diversos artefactos tecnológicos digitalicen, informaticen y distribuyan a través de las redes telemáticas todas esas entidades. El sistema tecnológico que ha posibilitado la emergencia y el desarrollo de las actuales sociedades de la información genera un nuevo espacio social, el tercer entorno, en el que está siendo construida Telépolis a lo largo de las tres últimas décadas. Las diversas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han ido convergiendo e integrándose en un sistema tecnológico de amplia difusión, cuya consolidación ha generado como propiedad emergente ni más ni menos que un nuevo espacio-tiempo social, que ahora se trata de urbanizar y civilizar. El proyecto de construir una ciudad digitalizada y virtual en el espacio electrónico recibe el nombre de Telépolis 1.

            El primer y el segundo entorno son el campo (physis) y la posibilita las relaciones humanas cuando éstas se basan en la proximidad y en la común presencia en un mismo recinto o territorio, que puede ser más o menos extenso. En cambio, las interrelaciones humanas y sociales en el tercer entorno se producen a distancia y en red, conforme a una métrica no euclídea que no requiere la presencia física ni la cercanía de los actores para intervenir en los ámbitos públicos, privados o íntimos. El sistema tecnológico de las TIC no sólo transforma la información y la comunicación. Ante todo, posibilita una nueva modalidad de acción humana, a distancia y en red. Esta transformación radical de las capacidades humanas de acción está en la base de la emergencia de la sociedad de la información.

            Las "calles" de Telépolis son las diversas redes telemáticas por las que fluyen esas representaciones digitales. Se accede a ellas a través de diversas "puertas" o interfaces: pantallas de ordenador, cajeros automáticos, consolas de videojuegos, teléfonos móviles, auriculares, micrófonos y cámaras web. Sus "plazas" congregan la atención de millones de personas a través de los   televisores. La vida ciudadana se desarrolla en un nuevo espacio social, el espacio electrónico, o tercer entorno. ¿Cómo puede concebirse una ciudad en un espacio-tiempo con una estructura topológica y métrica tan distinta a la de los espacios urbanos tradicionales? No es lo mismo construir una ciudad que concebirla. El primero que acometió este empeño fue Platón en su libro La República. El filósofo-arquitecto fue Sócrates. Su propósito, muy claro: "Edifiquemos con palabras una ciudad desde sus cimientos" (La República, 369 c). Para llevarlo a cabo, en ningún momento habló de edificios, calles y plazas. Tampoco aludió al suelo ni al entorno. Su planteamiento se centró en la siguiente pregunta: ¿qué oficios o profesiones son indispensables para que haya una pólis?

            Platón fue consciente de la tendencia de una ciudad a expandirse, tanto geográficamente como por la diversidad de actividades humanas que se irían incorporando a ella. Se interesó por esta segunda ampliación, según la cual una pólis está constituida por una pluralidad de actividades diversas que se imbrican entre sí y traban un vínculo social específico, al que denominó "república". Para concebir Telépolis conviene seguir una estrategia parecida. Supuesto que los seres humanos podemos interrelacionarnos y hacer múltiples cosas a distancia y en red, ¿cuáles son las actividades humanas y sociales que pueden desarrollarse en el espacio electrónico? Sobre todo: ¿cómo organizar esa vida social de modo que el tercer entorno se convierta en un espacio urbano duradero y sostenible?

            Platón fundó su República en el principio "ningún ser humano se basta a sí mismo" (369 b). Para satisfacer nuestras necesidades básicas (alimento, habitación, vestido, etc.) necesitamos el concurso de otras personas. Un  labrador, un albañil, un tejedor y un zapatero son oficios ineludibles: "Una ciudad constará, como mínimo indispensable, de cuatro o cinco hombres" (369 d). El segundo principio organizativo fue la división del trabajo. Cada cual ha de tener un oficio, puesto que la pólis integra una pluralidad de actividades que   favorecen mutuamente a sus ciudadanos. El tercero fue la proliferación de las artes precisas para la vida urbana: "Irán entrando a formar parte de nuestra pequeña ciudad y acrecentando su población los carpinteros, herreros y otros muchos artesanos de parecida índole" (370 d). Sócrates agregó de inmediato boyeros, ovejeros y pastores. A continuación fueron precisos comerciantes que llevaran y trajeran productos no disponibles en el territorio en el que se asentaba la ciudad. Se incluyó el comercio marítimo, integrando a navegantes, fareros, trabajadores portuarios, etc. Esa creciente pluralidad de oficios generó la necesidad de un mercado y el uso de dinero para intercambiar lo que a uno le sobraba con lo que uno no tenía. También se requirieron carreteros y transportistas, así como cargadores y descargadores, que no tenían un oficio como tal, pero sí fuerza física para realizar trabajos penosos: los asalariados también componen la ciudad. Luego vino la necesidad de ornato, tanto para las personas como para la propia urbe: pintores, bordadores, perfumistas, actores, danzantes, etc. A la postre, en la pólis platónica emergió una cultura urbana. Surgieron cercas, fronteras y límites territoriales. En su relato fundacional de la pólis, Platón describió un fenómeno social que ha ocurrido mil veces a lo largo de la historia, de maneras diferentes según las diversas culturas.

            Otro tanto ocurre en el tercer entorno, pero en formato electrónico, a distancia y en red. La interdependencia de los telepolitas es todavía mayor, puesto que todo el entramado urbano es estrictamente artificial. El "suelo" sobre el que se construye Telépolis son las ciudades previamente existentes, a las que se les superponen una pléyade de redes telemáticas e informacionales que posibilitan los flujos electrónicos en los que se plasma la vida civil de la ciudad digital. El espacio y el tiempo son el ámbito donde se despliega la pólis. Se trata de una concepción típicamente filosófica, no de una construcción   arquitectónica. Una ciudad puede ser pensada como una pluralidad de oficios y actividades que proporciona beneficio mutuo a sus ciudadanos. Como es sabido, la indagación platónica concluyó en la necesidad de que en cualquier pólis racional haya guerreros, gobernantes y filósofos, a poder ser estrechamente vinculados entre sí. Tras demostrar que es preciso que haya una profesión cuyo único cometido sea gobernar a sus conciudadanos, Platón culminó su "edificación con palabras de una ciudad desde sus cimientos". Dicho en términos muy sencillos: una ciudad es un ayuntamiento de personas y oficios con una profesión que encarna la sociedad civil, el gobierno.

            Hasta aquí nuestra breve evocación de Platón. Reinterpretemos estos pasajes tomando como referencia el espacio electrónico, que tiene una   estructura topológica, métrica y física muy distinta a las de los espacios asentados en tierra y configurados en territorios. En lugar de salir a la calle, nos conectamos a Internet. Para ver un espectáculo en la plaza pública, buscamos un canal de televisión. Para hacer operaciones financieras vamos a un cajero automático o nos damos de alta en algún banco electrónico. Nuestros  interlocutores no están presentes, sino a distancia. Pero podemos interactuar con ellos siempre que sepamos movernos por el espacio electrónico.

Una ciudad en expansión

Telépolis también tiende a crecer, como cualquier ciudad. Pero su dinámica expansiva no implica una expansión territorial, sino un incremento de las redes que conectan a sus ciudadanos entre sí. Los pobladores de Telépolis son los usuarios de las tecnologías de información y telecomunicaciones, es decir, los internautas, televidentes, telefoneantes, etc. Las ciudad (pólis). Ambos tienen una estructura euclídea, que personas siguen viviendo en sus pueblos,  ciudades y territorios, previamente existentes y urbanizados. Pero, además de habitar en los núcleos urbanos, los telepolitas pasamos varias horas diarias con la mente puesta en un nuevo espacio social, posibilitado por un sistema   tecnológico muy distinto al de la arquitectura tradicional. Telépolis se superpone a las urbes, villas y aldeas, en el sentido literal del término "superponerse". Sus grandes infraestructuras no las construyen albañiles ni carpinteros, sino ingenieros informáticos y de telecomunicaciones. Son los satélites, las redes telemáticas, la fibra óptica, las antenas de telefonía móvil, los repetidores de televisión, los cajeros automáticos, los ordenadores   conectados a Internet, las televisiones, los teléfonos fijos y móviles, los módems, los puertos USB, los discos duros, los CD, los DVD, etc. Aunque el espacio electrónico no sea una yuxtaposición de territorios, sino de redes, la vida ciudadana es posible en el mundo digital. Telépolis se expande en las mentes humanas, no en el espacio físico.

            Los seres humanos no se bastan por sí mismos en el nuevo espacio electrónico y generan una diversidad de profesiones. Los e-artesanos operan con intangibles, o, si se prefiere, con información y conocimiento. Un labrador electrónico no ara los campos, porque en Telépolis no hay tierra. Por eso se convierte en un procesador de información, en un gestor de una base de datos, en un editor digital. No se trata de alimentar el cuerpo con alimentos sólidos y  bebidas, sino de nutrir la mente con información y, en el mejor de los casos, con conocimiento. Los nuevos agricultores son los proveedores de contenidos. En cuanto a los edificios, un albañil electrónico construye páginas web, es decir, telecasas (e-casas). En la página web personal uno puede poner el mobiliario electrónico que le guste: textos, música, fotos, dibujos animados, películas, etc. Los artesanos que construyen esos e-muebles renuevan la decoración de cuando en cuando. Actualizar una página web equivale a renovar la telecasa, instalar una contraseña es como poner una cerradura, utilizar un antivirus supone poner un perro o un gato que defienda el espacio doméstico de intrusos. Un sastre electrónico diseña avatares en Internet o cuida la imagen del político, cantante, deportista o presentador que sale en televisión. Casi todas las profesiones y formas de vida social típicas de una ciudad son posibles y viables en el mundo digital, incluyendo los arquitectos y urbanistas, que diseñan sus edificios y sus planes urbanísticos mediante ordenadores y simulaciones informáticas tridimensionales.

            Múltiples argumentos contribuyen a afirmar que ya desde finales del siglo XX se está generando una nueva forma de organización social, telemática y en red, que puede ser concebida como una ciudad global, a distancia y electrónica. No es una pólis para la cohabitación física y corporal, pero sí para la convivencia mental. No hace falta mentar Internet para decirlo: la televisión es prueba suficiente de que millones de telespectadores de todo el mundo pueden tener su mente en un mismo lugar, sea éste un teleestadio, un   teleespectáculo, un debate telepolítico, una teleguerra o un teleatentado terrorista. Si entendemos una ciudad como un complejo estructurado y duradero de actividades humanas que implican mutuo beneficio, en el espacio electrónico está construyéndose una ciudad telemática.

Notas

1 Ver J. Echeverría, Telépolis (Barcelona, Destino, 1994) y Los Señores del Aire: Telépolis y el Tercer Entorno (Barcelona, Destino, 1999) para un desarrollo más amplio de estas propuestas.

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